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viernes, 10 de abril de 2020

Guyana es enriquecido por el petróleo pero aumenta las tensiones

Guyana es enriquecido por el petróleo pero aumenta las tensiones


En un extenso ingenio azucarero que se encuentra abandonado en la costa de Guyana, de inmediato se observa la magnitud de los cambios que se están propagando por el país.

En apenas pocos años, en medio de los matorrales, los canales de irrigación y los campos de caña silvestre, han brotado almacenes enormes y edificios de oficinas que brindan servicios a empresas petroleras internacionales.

Las personas están "pasando de ser cortadores de caña a empresarios", comentó Mona Harisha, una tendera local. "Cambió muy rápido".


A toda prisa, Guyana está dejando atrás una economía basada en la agricultura por un futuro a corto plazo como un gigante petrolero. Por lo tanto, Harisha ha renovado su tienda de mercancía general, evocadora de las especias de India, que tiene al lado de su casita en el vecindario de Houston en Georgetown, la capital del país. 


Harisha comentó que las empresas petroleras han traído empleos y mejores caminos, además de elevar el valor de las casas… y la demanda en su tienda.


Su hija está pensando en regresar de Nueva York, un ejemplo de los mecanismos que está usando el gobierno para persuadir a la inmensa diáspora de Guyana de volver a casa con la promesa del botín petrolero.

Para muchas personas, la transformación hacia una economía petrolera ha generado optimismo por la posibilidad de una mayor prosperidad. Sin embargo, a menudo ese optimismo está mezclado con un fatalismo, pues consideran que en realidad nada va a mejorar para la gran mayoría de la gente en uno de los países más pobres de Sudamérica.


El ingenio abandonado de Houston alguna vez albergó a 3000 trabajadores, pero poco a poco lo ha absorbido la expansión suburbana de Georgetown. Unas cien familias todavía viven en las casitas uniformes de un solo piso que construyó la empresa dueña del ingenio para sus trabajadores en la década de 1960. Para ellas, los cambios recientes han generado oportunidades.

Como la mayoría de los residentes de Houston, los ancestros de Harisha llegaron a Guyana como peones contratados desde India a fines del siglo XIX, para remplazar a los esclavos africanos en las plantaciones de azúcar después de que los británicos, quienes en ese entonces gobernaban Guyana como una colonia, abolieron la trata de esclavos.

Cuando terminaron los contratos de los obreros indios, algunos se quedaron para convertirse en el mayor grupo étnico de Guyana y darle forma a una cultura única y vibrante, que recuerda más al Caribe que a sus vecinos latinoamericanos.

Aunque los efectos de los gigantescos hallazgos petroleros en la costa de Guyana son más evidentes en Georgetown y sus alrededores, ahora también empiezan a extenderse un poco más allá de la capital.

En una choza de ladrillos ubicada al borde de la selva a unos 25 kilómetros de Houston, Jason Bobb-Semple, de 25 años, está haciendo su gran apuesta en el petróleo.

Con un préstamo gubernamental de 3000 dólares, construyó una pequeña granja avícola y compró 4000 pollos pues busca satisfacer una floreciente demanda de comida en un país que se está desarrollando con rapidez.


"Con todo este petróleo", mencionó Bobb-Semple, la gente querrá comer. "Eso espero".

Unas pocas horas más tarde de que Bobb-Semple recibiera los pollos, lo visitó su primer potencial inversionista, un empresario expatriado de Guyana que regresó a casa en busca de huevos para venderlos en las plataformas petroleras de la costa.

El inversionista, Lancelot Myers, señaló que en la actualidad las empresas petroleras deben importar la mayoría de sus provisiones, lo cual es una oportunidad empresarial para los emprendedores locales que pueden llenar los espacios del suministro. "Llegó el momento de arrancar a toda marcha", opinó.


Grupos de excortadores de caña vagan sin rumbo por las calles de Skeldon o pasan el tiempo en sitios de comida rápida sin comer, y se lamentan por no encontrar otro empleo.

"Este país se creó con el azúcar. Viví mi vida en esa industria", dijo Ferdinand Guptar, un cortador de caña desempleado de 59 años en Skeldon, que ahora hace tareas del hogar mientras su esposa limpia pisos en una escuela por 200 dólares al mes.

"Es deprimente cuando tu esposa debe cuidar de ti", dijo.



 


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